Salimos de noche,
y el cielo oscuro nos permite ver
lo sublime de un amanecer.
Inicia una franja de luz incipiente el alba,
es todavía leve e incolora que voraz engulle la oscuridad.
Otorga silueta a las montañas del este
y color a unas nubes etéreas.
Emerge más luz y amanece.
Toman relieve, volumen, entidad
las montañas que son ya realidad.
Con los neveros
y los hilos níveos en cada barrancada.
Por la pista de calamina a toda velocidad
tomando altura y solemne ubicuidad
el sol ya ilumina, es de día.
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