martes, 28 de agosto de 2007

Al volver

Lo efímero de un viaje

cierra etapas al pintar sobre una agenda personal

las escenas que se resisten al formateo de la cotidianeidad.

Y el calendario se entumece

y el futuro se estremece

y el devenir nos enfurece

al sobrevenirnos un presente

que dilatamos o pospusimos al marchar.

Ya no quedan más que sabrosas migajas

sobre el mantel del cuéntame:

los recuerdos hechos gigas,

los nombres propios familiares en los mapas,

alguna escena salvada que un toque interno del olvido rescató,

los baches

las pistas de calamina

los horizontes percibidos desde alguna movilidad,

la tristeza de miradas infantiles que apenas saben mirar

una luz nunca antes percibida entre volcanes de los Andes

los efluvios del azufre

los colores de las lagunas

los muebles y las paredes hechos de sal

el frío anunciado e incondicional

los guantes de Thinsulate

el saco inútil que pasear

la sopa de quínoa

el familiar olor a mar

los trenes viejos para trepar

el río con pirañas y la carnaza para pescar

el polvo bajo las ruedas que se eleva para ofuscar todo el camino que hay que salvar

la plataforma y la pasarela

el zumo de polvorón

la carne seca

la yareta

la vizcacha

la lomita

el lomito

y el ahora no sé qué vimos ayer

el vaivén del flotel

un capitán acabado de estrenar

los peces saltadores de la noche

los ojos del yacaré

la media luna dispuesta a brillar

el aislamiento en el desierto

y salir ver el cielo.

Las alpacas que nos miran,

los flamencos entre el hielo

las lagunas de colores

y el fatigado respirar.

Las chalinas y las chompas

artesanas de pura lana.

Los gorritos con orejas.

Cenar con el frontal frente a las velas,

las tomateras en el corral,

los niños danzarines de la selva,

los colores de las aguas,

el aroma de canela,

el azul ultramar del Titicaca,

las totoras y el Kon-tiki

los misterios de Tiwanako

los bailes en la carretera

las indígenas con sombreros diminutos hongos,

los bebés llenos de mocos,

y los vientos y la fuente de la eterna juventud

y el surazo y el surcito

y la Isla de Sol con la menta dulce de flor blanca

y volver al barco bajando cada grada

entre las mirada de burros y llamas

y entrar a Chile por una frontera desolada

y bajar en primera por la carretera a Atacama.



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